Lurrazpiko Festa (Fiesta subterránea)
Conciertos / Biznaga

Lurrazpiko Festa (Fiesta subterránea)

9 / 10
Jon Pagola — 31-01-2015
Empresa — Ayo Silver!
Sala — Gasteszena
Fotografía — Marta Ennes

Hay que tener mucho arrojo para montar un señor festival de grupos semidesconocidos y en su mayoría noveles en una ciudad de provincias alejada del imán de Barcelona y Madrid. Pero los chicos donostiarras de la promotora y sello ocasional Ayo Silver! son genéticamente hiperactivos y les gusta liarse la manta a la cabeza. Estamos ante un festival que por su idiosincrasia (eclecticismo + bandas emergentes) puede recordar al extinto Primavera Club y a su llamada acuden cada vez más seguidores ávidos por experimentar nuevas sensaciones musicales.

Este año, además, se ha jugado con la baza de programar conciertos simultáneos en la sala Gasteszena, sede principal del Lurrazpiko Festa (“fiesta subterránea”, en euskera: ya sabemos por dónde van a ir los tiros). Y dicho sea de paso, la jugada, arriesgada, al borde del colapso de gustos y estilos, ha salido redonda. No es éste el lugar para sacar a relucir tus prejuicios. En un suspiro puedes pasar de disfrutar con la singular propuesta de Los Hermanos Cubero (jota castellana aderezada de viejo rock and roll) a descubrir al hype del momento encumbrado por el pelotón moderno, las chicas postadolescentes de Hinds (antes Deers). De una divertida actuación de Loss Cesáreas -¿Los Inhumanos del garaje punk?- a la asfixia machacona de Pop 1.280.

¿Un mejunje un poco extraño? Tal vez, pero si eres de los que piensa que cada música tiene su momento Lurrazpiko Festa es tu festival. El aperitivo tuvo lugar el viernes en la sala Dabadaba, a unos 10 minutos andando de Gasteszena. Fuera arreciaba la tormenta y los franceses The Balladurians (un dúo garajero de guitarra y farfisa) arrancaron con solvencia. Sus dos hijas, de unos diez años, les sacaban fotos desde la primera fila formando una curiosa estampa familiar. Beach Beach y su pop de guitarras resultón hubiera quedado mejor como pistoletazo de salida, pero les tocó ejercer de teloneros de Biznaga (en la foto). En un festival sin cabezas de cartel aparentes triunfaron con una propuesta afiladísima. Dieron un puñetazo encima de la mesa, que lo mismo te retrotrae a Eskorbuto, como Parálisis Permanente y los aires castizos de Gabinete Caligari.

Resulta tremendamente complicado destacar un solo concierto del sábado. Fue como una loca fiesta de graduación underground. Espanto, que apenas se prodigan en directo, tuvieron un punto genial-bizarro a lo Hidrogenesse y les quedó divino el puente entre “Rock and Roll” y “Panteras”. En el día en que Podemos conquistó las calles de Madrid, supo a himno bolchevique “Limonov, desde Asturias al infierno” de Pablo und Destruktion. Por su parte, Discípulos de Dionisos terminó su show punk-rockero congregando a las masas encima del escenario, mientras que otros incombustibles rockeros amantes de la fiesta y del buen beber y comer (se zamparon varias chuletas en la Parte Vieja), Los Chicos, lo dieron todo, como si fuera la final de la Champions o algo así.

Además de la jarana final de Joe Crepúsculo -cuando el público estalló con “Baraja de cuchillos” aquello parecía un after enfervorizado- hubo dos claros vencedores. Por un lado, El Último Vecino, que dieron un concierto de synth pop épico, con el público cayendo literalmente a los pies de un cantante carismático, arrebatador, en algún punto entre Morrissey y Poch. El gran descubrimiento fue Forever Pavot, un grupo francés sofisticado que tiene a un melenudo líder pegado a un teclado y saca brillo al pop psicodélico de los sesenta con tanta pulcritud como Jacco Gardner.

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